
“Ser Rasta es ser lo más natural que se pueda”, dice Arturo Gutiérrez, estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo. Comenta que para un Rastafari, el único templo es su cuerpo y éste tiene que ser debidamente cuidado: no bebiendo, no comiendo carne, inclusive, no fumando siquiera la tan preciada ganja. “No hay pretexto para que un Rasta fume marihuana “por aquí y por allá”. En la religión Rastafari el ‘holy man’, hombre santo, es el único que puede fumarla”.
Arturo no se considera Rastafari, pues no le gusta etiquetar, pero explica que de esta ideología ha retomado lo que le ayuda a ser mejor. Para Arturo no es malo beber alcohol y mucho menos comer carne, pues los argumentos que los Rastas dan sobre la protección a los animales no los comparte: “tú estás comiendo el cadáver de un animal, pero al comer verduras también te estas comiendo un cadáver de un ser vivo”.
El motivo por el que no adopta, tal cuál, el estilo de vida de ésta filosofía, es porque la respeta tanto que no le gustaría hacer algo en contrario a ella, “tú no puedes seguir nunca una ideología al cien por ciento, siempre vas a tener alguna falla, por eso yo la respeto”.
Asimismo, dice que lo poco que lleva consigo del Rastafarismo lo hace con dignidad. Arturo se toca sus dreadlocks y al mismo tiempo explica que no le da pena que lo vean así y, orgullosamente, cuenta el significado que tienen dentro de la cultura Rasta y lo que para él son. “Dreadlocks es peinado espantoso, fenomenal, pero viene del antiguo testamento, de las leyes de Moisés”. Éstas manifiestan que no puedes cortar o peinar ni tus cabellos ni tus barbas, aclara. Él porta este peinado pues representa la unidad, “si tú tomas un cabello se rompe, se quiebra, pero tú toma un dread y qué pasa, no pasa nada, como no lo puedes quebrar quiere decir que tu raíz es fuerte, por lo que también representa las raíces culturales”, tanto las suyas como las de otros pueblos.
Acerca de cómo se adopta la cultura Rasta en México, asegura que es más por moda que por convicción y menciona el ejemplo tanto de la música como de los colores que representan a esta filosofía. Expone que aunque optes por la forma de pensar o actuar de un grupo específico, no deja de ser moda desde el momento en que te etiquetas para formar parte de éste.
“Tú lo llevas por dentro, el ser rastafari es la música, la ideología, las creencias”, interrumpe Jorge, amigo de Arturo y estudiante; sostiene que no se necesita llevarlo por fuera, “no es para que todos digan "hay mira es rastafari", no es como un anuncio... es como yo, no me vez pandrosón, puedes ver al más trajeado y ser el más rasta”.